viernes, 9 de diciembre de 2016

EL PODER DE LA DEBILIDAD

Aunque fue crucificado en debilidad, vive por el poder de Dios.
2 Corintios 13:4
... Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.
1 Corintios 1:24
¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?
Lucas 24:26
 
 
El Dios todopoderoso, creador de los cielos y de la tierra, se acercó a nosotros mediante Jesucristo. Aquel que podía detener una tempestad, echar fuera demonios o alimentar una multitud con cinco panes y dos peces, se dejó clavar en una cruz por hombres que lo condenaron injustamente. Los que fueron para arrestarlo en el huerto de Getsemaní “retrocedieron, y cayeron a tierra” cuando él les dijo: “Yo soy” (Juan 18:6). Pero no luchó, sino que se entregó voluntariamente. Cuando estaba clavado en la cruz, la gente le gritaba: “Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz... A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar” (Mateo 27:40-42). Pero se quedó en la cruz, blanco de la burla, de las injurias, del desprecio, en absoluta debilidad, sin queja alguna.
Para que el bien triunfase sobre el mal, el amor sobre el odio y el perdón contra la ofensa, era necesario que el Salvador muriese (Lucas 24:26). La victoria sobre el diablo pasó por esta última humillación. ¡Sin embargo fue total y definitiva! Los hombres “fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia” (Mateo 27:66). A pesar de todas las precauciones tomadas, tres días después la tumba fue hallada abierta y vacía. Jesucristo resucitó y fue “declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos” (Romanos 1:4).
La gloria de Jesucristo, en su humillación voluntaria, nos interpela y nos une a él.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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