jueves, 29 de diciembre de 2016

NUESTRA ÚNICA OPORTUNIDAD

 
No envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
Juan 3:17-18
 
 
Varias religiones afirman que hay un lugar, entre la tierra y el cielo, donde son recibidos los creyentes que no cumplieron totalmente las condiciones de la salvación. Dicen que es el lugar en donde uno purga su condena, durante un tiempo que solo Dios puede apreciar, antes de poder entrar en el paraíso.
Pero, entonces, ¿quién necesitaría esta segunda oportunidad? ¿Los incrédulos también podrían beneficiarse de ella? ¿Qué faltas serían aceptadas y cuáles serían imperdonables? Si pudiese contar con una segunda oportunidad, ¿podría permitirme hoy algunos malos comportamientos? ¿Para quién sería necesario el sacrificio de Jesús? ¿Para qué faltas sería suficiente?
Todas estas preguntas surgen solo por lo que el hombre religioso quiso añadir a la Palabra de Dios. Sin embargo la Biblia, reconocida por todos los cristianos, no menciona ese «lugar de la segunda oportunidad» donde podríamos perfeccionar nuestra salvación. En cambio encontraremos la gracia de Dios ofrecida a todos. “Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8). La Biblia anuncia y proclama una gran salvación, segura y eficaz, que no tiene en cuenta nuestras obras, ni nuestra buena voluntad o nuestra piedad. La única condición para beneficiarnos de ella es reconocer el valor del sacrificio de Jesucristo en la cruz.
Esta salvación, que Dios ofrece gratuita y definitivamente, es el único medio para estar en paz con él.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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