viernes, 15 de marzo de 2013

BAJO EL FUEGO



Así dice el Señor… No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás.
Isaías 43:1-2


Dios… nos libró, y nos libra, y… esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte.
2 Corintios 1:10
«Marzo de 1944.  Acababa de salir de la mina para regresar a casa cuando se oyeron las sirenas.  Pesados bombarderos sobrevolaban la ciudad y empezaron a lanzar toneladas de bombas.  Yo estaba bajo el fuego, en medio de bombas incendiarias que iluminaban una escena indescriptible.  Entonces clamé: ¡Señor, sálvame! Focos de fuego cubrían el suelo a mi alrededor.  Mientras corría, continuaba suplicando al Señor: ¡No permitas que me queme, sálvame! Algunos minutos después estaba en un lugar seguro.  Ni los fragmentos de hierro ni las llamas me habían alcanzado.
»Cincuenta años más tarde, mis recuerdos permanecen intactos: ese terrible miedo, mi carrera desenfrenada en medio de una nube de humo, fuego, hierro; pero sobre todo ese sentimiento de protección, la seguridad de estar en las manos de Dios, y ese milagroso rescate.
»Estas circunstancias dieron un vuelco a mi vida.  Me di cuenta de que nada ocurre sin la voluntad de Dios, quien hace que todas las cosas ayuden a bien a los que le aman (Romanos 8:28)».
Este testimonio muestra muy bien el poder de nuestro Dios que, con amor, hace milagros maravillosos para proteger a sus hijos. Pero el mayor milagro es que un pecador pase de la muerte a la vida.  Jesucristo murió para salvar de la muerte a los que depositan su confianza en él.  Resucitó y responde las oraciones de los que se ponen bajo su protección.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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