Dios… ahora manda a todos los hombres en todo lugar,
que se arrepientan.
Hechos
17:30
(Jesús dijo:) Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
Mateo
11:28
A la
mayoría de las personas no le gusta recibir órdenes. ¡Cómo si esto no pudiera
ir a la par con la libertad a la cual todos aspiramos! Hoy es Dios quien nos da
una orden. ¡Eso sí que es solemne! Si Dios mismo exige algo de mí, ¿cómo podría
hacerme el sordo? ¿Cómo podría permanecer indiferente o desobedecer sin sufrir
las consecuencias? No. Mi deber es responderle, obedecerle. Dios me pide que me
arrepienta, es decir, que reconozca que como hasta aquí no lo he tenido en
cuenta, soy un pecador, por lo cual debo morir.
¡Pero no todo se acaba ahí! Ese Dios que ordena también es el que invita. Jesucristo, Dios hecho hombre, puede comprendernos, ayudarnos y sacarnos del callejón sin salida en donde nos encontramos: perdidos frente a Dios, cansados de tanto buscar soluciones a nuestros problemas, atormentados por nuestras preguntas sin respuestas, por nuestros remordimientos, cargados con nuestros fracasos y miserias, en una palabra, sin paz. Él no sólo puede ayudarnos, sino que quiere hacerlo; por eso nos invita a ir a él para encontrar descanso.
Obedezca su orden, se lo suplicamos, pero acepte también su invitación. Vaya a Jesucristo, háblele sencillamente, con sus propias palabras. Reconózcalo como el que pagó con Su propia vida por usted, para borrar la maldad de su vida apartada de Dios; ahora quiere hacerle descubrir la paz en su corazón y en su conciencia.
¡Pero no todo se acaba ahí! Ese Dios que ordena también es el que invita. Jesucristo, Dios hecho hombre, puede comprendernos, ayudarnos y sacarnos del callejón sin salida en donde nos encontramos: perdidos frente a Dios, cansados de tanto buscar soluciones a nuestros problemas, atormentados por nuestras preguntas sin respuestas, por nuestros remordimientos, cargados con nuestros fracasos y miserias, en una palabra, sin paz. Él no sólo puede ayudarnos, sino que quiere hacerlo; por eso nos invita a ir a él para encontrar descanso.
Obedezca su orden, se lo suplicamos, pero acepte también su invitación. Vaya a Jesucristo, háblele sencillamente, con sus propias palabras. Reconózcalo como el que pagó con Su propia vida por usted, para borrar la maldad de su vida apartada de Dios; ahora quiere hacerle descubrir la paz en su corazón y en su conciencia.
© Editorial La Buena Semilla, 1166
PERROY (Suiza)
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