Para
que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque
perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando
sea manifestado Jesucristo.
1 Pedro 1:7
Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
2 Pedro 3:18
Cada
creyente puede tener la tendencia a decir: «Señor, por favor, resuelve mis
problemas, cambia mis condiciones de vida, y estaré contento». Pero muy a
menudo el Señor responde: «No, no cambiaré necesariamente tus condiciones de
vida, pero te haré feliz dándote mi apoyo para atravesarlas conmigo».
A través de nuestras necesidades y de nuestras pruebas podemos conocer a Cristo, su poder, su amor y su interés por nosotros. Al permitir en nuestra vida tal o cual acontecimiento desagradable, el Señor nos lleva a pedirle ayuda. La prueba atravesada de este modo no sólo hará que nuestra fe sea más sólida, sino que nos permitirá conocer a Jesús de forma práctica, cosa que nunca podríamos conseguir de otra manera.
Hay que derramar lágrimas para conocer a Aquel que las seca. Es necesario sentir inquietud para encontrar a Aquel que da sosiego. Debemos tener conciencia de un peligro, para poder hallar a Aquel que protege y da la salida. En el cielo, allá donde no habrá más tristeza, ni miseria, ni obstáculos que superar, ni luchas, ya no tendremos la oportunidad de hallar en Jesús la respuesta a todas esas necesidades. Sí, la vida en la tierra, incluso por sus dificultades, es una escuela irreemplazable, pues hace que progresemos en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, al mismo tiempo que nos prepara para la adoración eterna (2 Pedro 3:18).
A través de nuestras necesidades y de nuestras pruebas podemos conocer a Cristo, su poder, su amor y su interés por nosotros. Al permitir en nuestra vida tal o cual acontecimiento desagradable, el Señor nos lleva a pedirle ayuda. La prueba atravesada de este modo no sólo hará que nuestra fe sea más sólida, sino que nos permitirá conocer a Jesús de forma práctica, cosa que nunca podríamos conseguir de otra manera.
Hay que derramar lágrimas para conocer a Aquel que las seca. Es necesario sentir inquietud para encontrar a Aquel que da sosiego. Debemos tener conciencia de un peligro, para poder hallar a Aquel que protege y da la salida. En el cielo, allá donde no habrá más tristeza, ni miseria, ni obstáculos que superar, ni luchas, ya no tendremos la oportunidad de hallar en Jesús la respuesta a todas esas necesidades. Sí, la vida en la tierra, incluso por sus dificultades, es una escuela irreemplazable, pues hace que progresemos en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, al mismo tiempo que nos prepara para la adoración eterna (2 Pedro 3:18).
© Editorial La Buena Semilla, 1166
PERROY (Suiza)
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