El Cordero (Jesucristo) que fue inmolado es digno de
tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y
la alabanza.
Apocalipsis
5:12
La primera vez que se menciona un cordero en la Biblia es en el
capítulo 22 de Génesis. Abraham e Isaac
su hijo subían al monte Moriah para ofrecer un sacrificio a Dios. Por el camino, Isaac le hizo una pregunta muy
pertinente a su padre: “He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero
para el holocausto? Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el
holocausto, hijo mío” (Génesis 22:7-8). Un
cordero fue ofrecido en lugar de Isaac, pero ni ese cordero ni Isaac podían
responder a las exigencias divinas. Sólo
eran figuras del “cordero” que, mediante su sacrificio, glorificaría a Dios en
todos sus atributos. Por la fe Abraham,
enseñado por Dios, pudo decir con seguridad: “En el monte del Señor será
provisto” (Génesis 22:14). Los siglos
pasaban, y el cordero prometido fue anunciado como Aquel que debía sufrir. “Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios
envió a su Hijo… para que redimiese a los que estaban bajo la ley” (Gálatas
4:4-5).
Al ver a Jesús, Juan el Bautista dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). En el Gólgota Jesús fue sacrificado, murió en una cruz para liberarnos de la muerte eterna.
El apóstol Pedro dijo: “Fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir… con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria” (1 Pedro 1:18-21).
Al ver a Jesús, Juan el Bautista dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). En el Gólgota Jesús fue sacrificado, murió en una cruz para liberarnos de la muerte eterna.
El apóstol Pedro dijo: “Fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir… con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria” (1 Pedro 1:18-21).
© Editorial La Buena
Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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