jueves, 28 de febrero de 2013

LA BELLEZA EN INVIERNO



Esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.
2 Corintios 4:17-18
¡Qué sorpresa me llevé esta mañana! Ayer había una lúgubre niebla y esta mañana un sol resplandeciente ilumina los árboles recubiertos de escarcha.  ¡Es maravilloso! ¡Y pensar que la escarcha es tan sólo el rocío de la noche congelado! En el invierno, esos árboles sin hojas no son muy bonitos, pero bajo la luz del sol nos ofrecen un espectáculo de ensueño.
Amigos cristianos, ¿qué es lo que produce frío en nuestra vida? ¿La soledad, la enfermedad, el fracaso, la incomprensión o el sufrimiento? ¿Qué hacer en esos momentos difíciles? Si mediante la fe buscamos al Señor, él iluminará nuestra vida con su radiante presencia.  Sin duda, todos hemos visto a creyentes que, en medio de la prueba, mostraron una actitud serena, llena de valentía, iluminada por la confianza y la esperanza. Sus vidas reflejaban como un espejo la belleza de Cristo.
“Esta leve tribulación momentánea”, escribió el apóstol, “produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria”.  La tribulación es la prueba, física o moral.  Es calificada de leve o pasajera, comparada con sus consecuencias, que son inmensas y eternas.  La prueba y el sufrimiento no tienen valor en sí, sino lo que Dios produce en nuestras vidas a través de ellas.  Pronto veremos que, a lo largo de nuestra existencia, Dios nos sostuvo, consoló y formó, “para alabanza de la gloria de su gracia” (Efesios 1:6), y para que desde ya gocemos de la inefable felicidad que trae su presencia y aprobación.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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