sábado, 16 de febrero de 2013

EL SETO DE HAYAS

Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
2 Corintios 5:17
¿Ha observado alguna vez un seto de hayas en invierno? Muchas hojas del verano precedente se hallan aún en las ramas. Es verdad, están secas, pero todavía siguen ahí.  A nadie se le ocurriría arrancarlas; sin embargo, a partir del momento en que los nuevos retoños brotan y el árbol renueva su follaje, las hojas viejas caen por sí solas.
En nuestra vida también hay todo tipo de «hojas viejas».  ¡Cuán felices seríamos si pudiésemos deshacernos de costumbres que no son buenas, de ciertas ligaduras que están ahí como consecuencia de nuestra vida pasada!  ¿Quién no ha luchado para reprimirlas, sin encontrar una solución duradera?
En cuanto a la haya, las hojas viejas sólo se van gracias a la acción de la nueva vida en las ramas.  Asimismo en el hombre, sólo la nueva vida, recibida mediante la fe en el Señor Jesús, puede alejar esas malas costumbres.  El desarrollo de la nueva vida en nuestro ser interior las marchita, al igual que esas hojas caducas.  De ahí la importancia de velar para que la vida divina que cada creyente ha recibido prospere.
¿Mis centros de interés son los mismos de Jesús? ¿La Palabra de Dios, la Biblia, es el alimento de mi alma? Si así es, el creyente puede ser comparado a una rama llena de follaje verde que lleva mucho fruto.  Las cosas viejas, inútiles o despreciables pasan, para dar lugar a las cosas “nuevas”.
“Bienaventurado el varón que… en la ley del Señor está su delicia, y en su ley medita de día y de noche.  Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará” (Salmo 1:1-3).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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