viernes, 1 de febrero de 2013

LA AUTENTICIDAD


Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado; por tanto… perecerá la sabiduría de sus sabios.
Isaías 29:13-14

Acudir a conciertos o escuchar tocar el violín nunca ha hecho que alguien se vuelva violinista.  Ver un campeonato de esquí tampoco ha hecho de un espectador un verdadero esquiador; e igualmente, leer el menú de un restaurante jamás ha saciado el hambre a nadie.
Del mismo modo, acudir a servicios religiosos no hace que una persona sea cristiana.  Contrariamente a lo que muchos piensan, un cristiano no es simplemente alguien que pertenece a una denominación cristiana.  Estar inscrito en el registro de una congregación puede alimentar la ilusión de ser cristiano, sin que esa persona tenga una verdadera relación con Dios.  Incluso se puede desempeñar actividades religiosas importantes sin tener la vida de Dios.
Para ser cristiano se requiere una fe auténtica y una obra en el corazón y en la conciencia; es una decisión que tiene que ver con lo más profundo de la personalidad.  La Biblia reconoce como cristianos a todos aquellos que aceptan las declaraciones de Dios con respecto a su estado de pecadores alejados de él, y que a continuación depositan su confianza en Jesucristo, quien murió en la cruz para salvarlos.  A partir de ese momento son “de Cristo” y conocen a Dios como su Padre.  Desean agradarle, al igual que el hijo que ama a sus padres.  También saben que después de su vida en la tierra, Jesús los llevará con él al cielo.
Hagámonos la pregunta: ¿Soy un auténtico cristiano?

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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