martes, 5 de febrero de 2013

Después de 37 años de cárcel



Si pecaren contra ti… y estuvieres airado contra ellos, y… si se convirtieren a ti de todo su corazón y de toda su alma… y oraren a ti… tú oirás en los cielos… su oración y su súplica… Y perdonarás a tu pueblo.
1 Reyes 8:46-50
                                                                                                                                                    
Al final del segundo libro de los Reyes podemos leer la triste historia del rey Joaquín (año 610 a. C.).  Sólo reinó tres meses, y las Escrituras dicen que “hizo lo malo ante los ojos del Señor” (2 Reyes 24:9).  El rey de Babilonia, Nabucodonosor, asoló Jerusalén y llevó cautivo al rey y a 10.000 judíos más.  Joaquín pasaría 37 años en la cárcel antes de que otro rey de Babilonia lo pusiese en libertad, le hablase con bondad y lo invitase diariamente a la mesa real (2 Reyes 25:27-29).
Este relato ilustra la gracia de Dios que lo puede todo, incluso cuando todo parece perdido.  Es una imagen de la gracia divina que Cristo trajo a los hombres cuando vino a la tierra, según lo dicho por el profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18).
Estas líneas también son de aliento para todos los que están prisioneros, sea en sentido literal o figurado.  Esta promesa de la gracia de Dios es para todos, pues no depende de méritos personales, del pasado, ni del tiempo que haya estado tras los barrotes del alejamiento de Dios.  Lo único necesario es que reconozca sinceramente sus pecados ante Dios.  Entonces encontrará la paz y la libertad para su alma, y experimentará la comunión con su Salvador.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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