Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que
seamos llamados hijos de Dios.
1 Juan 3:1
El Padre mismo os ama.
Juan 16:27
A todos los que recibieron el perdón de Dios en
Jesucristo, “les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12). Guardan preciosamente en su corazón este
mensaje de Jesús a sus discípulos: “El Padre mismo os ama” (Juan 16:27).
En la parábola de Lucas 15, el amor del padre acoge al hijo que regresa a él reconociendo sus faltas: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo” (Lucas 15:21). Dios recibe del mismo modo a todo aquel que, al sentir su miseria moral, viene a él para obtener el perdón y la vida eterna. Puede decir de él: “Este… era muerto, y ha revivido” (Lucas 15:32).
En el primer capítulo de Deuteronomio, Dios declara a su pueblo Israel por medio de Moisés: “El Señor tu Dios te ha traído, como trae el hombre a su hijo” (Deuteronomio 1:31). Esta comparación evoca la fuerza y la ternura de Dios que experimentan los que confían en él.
El creyente sabe que puede contar con la comprensión y el apoyo de su Padre Dios cuando pasa por situaciones difíciles: “Como el padre se compadece de los hijos, se compadece el Señor de los que le temen” (Salmo 103:13).
Dios forma a los suyos mediante una disciplina paterna, la cual les es útil si la aceptan y no se desaniman. “Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?” (Hebreos 12:7).
Él es “el Padre de misericordias y Dios de toda consolación” (2 Corintios 1:3).
En la parábola de Lucas 15, el amor del padre acoge al hijo que regresa a él reconociendo sus faltas: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo” (Lucas 15:21). Dios recibe del mismo modo a todo aquel que, al sentir su miseria moral, viene a él para obtener el perdón y la vida eterna. Puede decir de él: “Este… era muerto, y ha revivido” (Lucas 15:32).
En el primer capítulo de Deuteronomio, Dios declara a su pueblo Israel por medio de Moisés: “El Señor tu Dios te ha traído, como trae el hombre a su hijo” (Deuteronomio 1:31). Esta comparación evoca la fuerza y la ternura de Dios que experimentan los que confían en él.
El creyente sabe que puede contar con la comprensión y el apoyo de su Padre Dios cuando pasa por situaciones difíciles: “Como el padre se compadece de los hijos, se compadece el Señor de los que le temen” (Salmo 103:13).
Dios forma a los suyos mediante una disciplina paterna, la cual les es útil si la aceptan y no se desaniman. “Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?” (Hebreos 12:7).
Él es “el Padre de misericordias y Dios de toda consolación” (2 Corintios 1:3).
© Editorial La Buena Semilla, 1166
PERROY (Suiza)
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