Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto
auxilio en las tribulaciones.
Salmo
46:1
Clamaré al Dios Altísimo, al Dios que me favorece.
Salmo
57:2
“Inclina, oh Señor, tu oído, y escúchame, porque estoy afligido
y menesteroso. Guarda mi alma, porque
soy piadoso; salva tú, oh Dios mío, a tu siervo que en ti confía. Ten misericordia de mí, oh Señor; porque a ti
clamo todo el día. Alegra el alma de tu
siervo, porque a ti, oh Señor, levanto mi alma. Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador, y
grande en misericordia para con todos los que te invocan. Escucha, oh Señor, mi oración, y está atento a
la voz de mis ruegos. En el día de mi
angustia te llamaré, porque tú me respondes. Oh Señor, ninguno hay como tú entre los
dioses, ni obras que igualen tus obras. Todas
las naciones que hiciste vendrán y adorarán delante de ti, Señor, y
glorificarán tu nombre. Porque tú eres
grande, y hacedor de maravillas; sólo tú eres Dios. Enséñame, oh Señor, tu camino; caminaré yo en
tu verdad; afirma mi corazón para que tema tu nombre. Te alabaré, oh Señor Dios mío, con todo mi
corazón, y glorificaré tu nombre para siempre. Porque tu misericordia es grande
para conmigo, y has librado mi alma de las profundidades del Seol. Oh Dios, los soberbios se levantaron contra
mí, y conspiración de violentos ha buscado mi vida, y no te pusieron delante de
sí. Mas tú, Señor, Dios misericordioso y
clemente, lento para la ira, y grande en misericordia y verdad, mírame, y ten
misericordia de mí; da tu poder a tu siervo, y guarda al hijo de tu sierva. Haz conmigo señal para bien, y véanla los que
me aborrecen, y sean avergonzados; porque tú, Señor, me ayudaste y me
consolaste.”
© Editorial La Buena
Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
No hay comentarios:
Publicar un comentario