miércoles, 18 de enero de 2017

EL VAGÓN DEL METRO

 
Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros... Siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo.
Romanos 5:8, 10
¡Gracias a Dios por su don inefable!
2 Corintios 9:15
 
 
Estaba de pie en un vagón lleno de gente del metro parisiense. Personas de todas las edades, de orígenes diferentes y de todas las condiciones sociales se hallaban momentáneamente reunidas. A mi lado había un hombre sentado trabajando en su ordenador, más lejos había una persona exponiendo por teléfono su triste situación en medio de la indiferencia generalizada. Muchos estaban encerrados en sus pensamientos o preocupaciones. Algunos me parecían simpáticos, otros realmente antipáticos... ¡A algunos nunca los invitaría a mi casa!
De repente me vino a la cabeza un versículo de la Biblia: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
¡“Todo aquel”! ¿Es posible? ¿No se toma en cuenta la condición social, económica o el grado de instrucción? ¡No! “Todo aquel” se refiere a cada uno de los que están en el vagón, sin excepción. ¿Es posible que Dios haya sacrificado a su Hijo muy amado por estas personas como lo hizo por mí? ¡Sí! Y esta generosa oferta no excluye a nadie; a todo aquel que cree, Dios le ofrece el perdón de los pecados, la vida eterna y un lugar en el cielo junto a su Hijo. A estas personas Dios no solo las invita y les ofrece su perdón, sino que quiere hacer de ellas sus propios hijos. Verdaderamente solo el Dios de amor puede abrir sus brazos a todos, incluso al más desamparado. La oferta divina es para usted y para mí. ¡Dios lo está esperando!

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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