jueves, 5 de enero de 2017

NO SEAS INCRÉDULO, SINO CREYENTE



(Jesús) dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Juan 20:27

(Lea Juan 20:24-31)


“Acerca tu mano, y métela en mi costado” (Juan 20:27). ¿Qué significa esta frase de Jesús dirigida a su discípulo Tomás? Este no creía que Jesús había resucitado, por ello Jesús le habló y le mostró que él era efectivamente el que había sido crucificado, y a quien el soldado romano había herido un costado con su lanza.
Jesús se dirige a nosotros de la misma manera, sobre todo cuando somos víctimas de la duda. No está lejos de nosotros; espera que nos acerquemos a él de manera personal y espontánea, con confianza y ternura, para hablar de corazón a corazón.
¡Acordémonos de Jesús, de su santa humanidad, de su humillación, de su vida de sufrimiento, de su muerte y también del día en que resucitó! Echemos de nuestro corazón la incredulidad al recordar las heridas de nuestro Salvador, las marcas de la crucifixión.
Efectivamente, fue Jesús, el hombre perfecto, el que murió y resucitó, quien se presentó a Tomás. Su gloriosa resurrección daba testimonio de que él era Dios; Tomás no debía ser incrédulo, sino creyente. Él respondió mediante una exclamación: “¡Señor mío, y Dios mío!”, exclamación de gozo y adoración muy personal. No dice «Señor Dios», sino “¡Señor mío, y Dios mío! Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan 20:28-29).
“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios (la Biblia)” (Romanos 10:17).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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