domingo, 29 de enero de 2017

¿POR QUÉ DUDASTE?

Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.

Mateo 14:31-33

Los discípulos de Jesús habían cruzado el lago de Genesaret, mientras su Maestro se había quedado solo, en un lugar retirado, para orar. Era de noche y se había levantado una tempestad. La barca estaba en medio del lago, zarandeada por las olas, y los discípulos se preguntaban si lograrían llegar a la otra orilla. Entonces Jesús fue hacia ellos, caminando sobre las aguas, y les dijo: “¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!” (v. 27).
Pedro le respondió: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas” (v. 28). Jesús le respondió: “Ven”; entonces Pedro descendió de la barca y caminó sobre las aguas.
De repente todo cambió, Pedro vio que el viento era fuerte, se atemorizó, empezó a hundirse y clamó: “¡Señor, sálvame!”. Entonces Jesús lo tomó de la mano y le dijo: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” (v. 30-31).
¿Cuántas veces podría hacernos la misma pregunta? Nuestra fe tiene altibajos. A veces, al igual que Pedro, avanzamos llenos de confianza en situaciones difíciles, contando con el Señor. Es como si él nos llevase en sus brazos a través de las circunstancias. Luego, de repente aparece el pánico, el desánimo, el cansancio, o todo a la vez... y empezamos a hundirnos.
Pero podemos clamar al Señor, pensar en él, o quizá solo pronunciar su nombre en nuestro corazón. Él siempre está ahí, escucha nuestros suspiros y nos tiende la mano. Lo que cuenta para ser ayudado es confiar en él.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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