viernes, 18 de enero de 2013

CORAZONES LASTIMADOS, LA IMPORTANCIA DEL PERDON



José Antonio López
Primera Parte

Una mujer se enfermó gravemente. La persona que la atendía notó que estaba muy inquieta, y le preguntó por qué estaba así. La mujer enferma contestó que su conciencia no se encontraba tranquila porque se había enemistado con una de sus vecinas y quería reconciliarse con ella antes de morir. La vecina fue llamada y se efectuó la reconciliación, pero cuando la vecina se despidió la enferma le dijo: “ya sabe que si no muero quedamos como siempre.”

¿Te han injuriado, calumniado, despreciado y tratado mal? ¿Han hablado mal de vos? ¿Se comportaron con vos injustamente?, ¿te deben algo y no te lo pagaron? ¿Te rechazaron o insultaron?, ¿te robaron o violaron? Todas estas circunstancias hieren y lastiman interiormente; todas las heridas producen dolor.

Cuando alguien te ofende hiere tu interior, sino lo perdonás construís un muro entre esa persona y vos; con el paso del tiempo, el muro se hace cada vez más amplio, ancho y largo extendiendo tus heridas a otras personas.

En toda relación humana suele haber resentimientos:
• Encontramos esposas resentidas con sus maridos por tratos desconsiderados, egoístas y ásperos (Colosenses 3:19; 1ra Pedro 3:7).

• Hay maridos resentidos con sus esposas porque no se sujetan o no los respetan.

• También descubrimos hijos resentidos con sus padres por tratos violentos, palabras hirientes. Muchos padres con su conducta no bendicen a sus hijos, no les dedican tiempo, no los escuchan, ni atienden sus problemas y necesidades o no les dan el afecto, el amor, el abrazo y elogio que necesitan.

El resentimiento abarca dos aspectos:
• Uno voluntario, que implica una disposición a no querer perdonar.

• Y otro involuntario, que es emocional: la amargura.

El trato agresivo, la prepotencia, la insolencia y las malas contestaciones, entre otras cosas, revelan conflictos no resueltos en el área de las relaciones.

El punto importante es que, si no perdono me enfrento a dos problemas:
1. No seré perdonado por Dios: "y cuando estén orando, perdonen lo que tengan contra otro, para que también su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados." Marcos 11:25

2. Pierdo la cobertura espiritual y por lo tanto, quedo expuesto a la opresión espiritual: "y tanto se enojó el rey, que ordenó castigarlo hasta que pagara todo lo que debía. Jesús añadió: –Así hará también con ustedes mi Padre celestial, si cada uno de ustedes no perdona de corazón a su hermano." Mateo 18:34-35

Es posible que te sientas incapaz de perdonar, tal vez los sentimientos que tengas sean tan fuertes que no puedas pensar en sanar las heridas o tus razones sean tan lógicas que ni pienses en solucionar las cuentas pendientes.  Pero tengo una buena noticia para vos, Cristo nos perdonó primero y, al experimentar ese perdón, podemos ser libres en Él y en su poder (Filipenses 4:13).

Seguro te preguntarás, ¿cómo me libero del rencor?

Segunda parte
En la primera parte, llegamos a la conclusión que perdonar tiene una importancia vital para la salud emocional y espiritual, pero una pregunta importante quedó sin responder, cómo liberarse del rencor.  Pero primero pongamos algunos puntos en claro.  Si alguien nos pidiera definir ¿qué es el rencor?, podríamos decir que es una mala reacción al daño que me han hecho, teñida de un resentimiento tenaz (constante) que se conserva desde una ofensa.  A esto se le agrega una falta de disposición a perdonar y no desear el trato con la persona.  Hay una secuencia que se genera en este tipo de situaciones: rencor – odio - venganza.  Porque odio a la persona que me lastimó, deseo su mal y pretendo la venganza (buscar hacerle mal).

Pero, ¿qué dice la Biblia? En Levítico 19:18 leemos:

“No te vengues ni guardes rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo, Yo Jehová.”

El rencor es pecado.  Si las Escrituras expresan no guardes rencor y hay rencor en mi corazón, eso es pecado, no es un problema únicamente psicológico o emocional.

“El que encubre sus pecados no prosperará, mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.” Proverbios 28:13

Aplicando este versículo al caso, podríamos decir: “El que encubre su rencor no prosperará, el que lo confiesa y se aparta alcanzará misericordia.”  La confesión sincera produce prosperidad al alma; abre la puerta a la liberación del espíritu contristado por el pecado.

¿Cómo me libero del rencor? Siete pasos prácticos
1. Reconocer, ser consciente que soy un pecador redimido, que no puedo quitar la paja del ojo ajeno.  Sufrimos miopía para nuestras faltas, la incapacidad para reconocer el pecado propio es un gran obstáculo para perdonar.  Una persona soberbia trata a los demás con tanta severidad como es indulgente consigo misma; es severo con otros pero tolerante consigo mismo.

2. Reconocer a Cristo como Señor de mi vida.  Aquel que experimenta el perdón de Dios, por medio de su gracia, está en óptimas condiciones para perdonar.  ¿Cómo se mide la salud en una relación matrimonial? No por la frecuencia de las discusiones sino por el tiempo que tardan en reconciliarse.  Si un matrimonio demora días o semanas en resolver un conflicto, su relación se está envenenando con el enojo almacenado.

3. Dejar actuar a Dios, no frenemos con nuestras actitudes el accionar del Señor.  Romanos 12:17-21 nos muestra que el perdón va más allá de la paz, ya que ésta no siempre es posible.  En el versículo 18 encontramos dos pequeñas cláusulas: "si es posible" y "en cuanto dependa de vosotros"; ofrece un toque de realismo y nos libera de una expectativa exagerada.  La paz es cosa de dos, no depende de una sola persona.  Nuestra responsabilidad es intentarla, ya que los resultados no están en nosotros.  Aunque la relación no sea posible, siempre hay algo que nosotros debemos hacer: PERDONAR.

4. Transformar la herida en una cicatriz.  Cuando decidimos perdonar, eliminamos de nuestra alma los sentimientos y pensamientos negativos hacia el ofensor.  Cuando hay perdón genuino, desaparece el deseo de venganza.  El perdón logra transformar una herida abierta en una cicatriz, aún cuando sea un proceso costoso o largo (Génesis 45 y 50); debemos estar siempre dispuestos a perdonar.
Es cierto que el perdón no borra los recuerdos, suponer eso es absurdo, pero logra que ya no se evoquen los sentimientos negativos o el odio (Isaías 43:25).  La cicatriz es el recuerdo de un trauma pasado, sanado por el Señor, que ya no duele, no sangra ni infecta.  La herida está cerrada.

5. Entender que todo ayuda para bien a los que aman a Dios (Romanos 8:28).  Dios nos llamó conforme a su propósito.  Es nuestra responsabilidad tener una actitud positiva ante la ofensa en lugar de adquirir una actitud negativa hacia el ofensor.

6. Ver cómo Dios utiliza al ofensor y a la ofensa como un instrumento.  Dios permite que nos ofendan para que intercedamos por el ofensor.  Tres ejemplos claros:
• Cristo, nuestro supremo ejemplo de perdón, oró por sus enemigos (Lucas 23:34).

• Jesús estaba a punto de morir y un ladrón le pidió que lo perdonara.  No sólo lo perdonó sino que lo salvó y le prometió el paraíso (Lucas 23:43).

• Esteban suplicó a Dios para que perdonara a sus agresores (Hechos 7:55-60).


7. El perdón es una oportunidad.  Si la ofensa es intencional, el ofensor estará observando nuestras reacciones, por lo que será una oportunidad para amar y perdonar.  Si la ofensa es sin intención (involuntaria, inconsciente), será una buena posibilidad para detectar los problemas del ofensor y asistirlo.  Cristo pagó perdonando; yo debo pagar también perdonando.  No recorramos el camino equivocado. Hay tres opciones: la venganza, el olvido; o dejar a un lado la agresión y perdonar (Efesios 4:32).

“Y cuando estéis orando perdonad, si tenéis algo contra alguien para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone.  Porque si nosotros no perdonamos tampoco nuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas.” Marcos 11: 25

El perdón total de nuestros pecados.
En una Villa de Escocia vivió un doctor que se distinguía por su bondad.  Después de su muerte, al examinar sus libros, se encontraron muchas cuentas marcadas con tinta roja con las siguientes palabras: "demasiado pobre para pagar".  Su esposa, que no estaba de acuerdo con eso, dijo, “Tengo que cobrar estas cuentas” y llevó el asunto ante la corte.  El juez le preguntó: “¿Esto que está escrito con tinta roja es de puño y letra de su esposo?”  “Sí, Señor” contestó la viuda.  Entonces dijo el juez, “No hay tribunal en el mundo que pueda exigir el pago de estas cuentas puesto que su esposo escribió CANCELADAS”

Así que cuando nuestro Señor Jesucristo dice “Tus pecados te son perdonados”, nuestras deudas espirituales son canceladas y no hay nada ni nadie que nos las pueda cobrar.

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