Cuando alguna persona ofreciere oblación al Señor,
su ofrenda será flor de harina, sobre la cual echará aceite, y pondrá sobre
ella incienso.
Levítico 2:1
Los
sacrificios del Antiguo Testamento se refieren a la persona del Señor Jesús y a
su obra en la cruz. Todos los
sacrificios sangrientos hablan de su muerte. En cambio, la oblación es una figura de su
vida perfecta. Enseñados por el Nuevo
Testamento podemos comprender el significado de esas imágenes y adorar a Aquel
a quien representan.
La flor de harina nos muestra la vida de nuestro Señor, en la cual todo estaba balanceado y perfectamente uniforme. Él habló de sí mismo como de un grano de trigo que debía caer en tierra y morir a fin de poder producir fruto para Dios (Juan 12:24).
El aceite representa al Espíritu Santo, del cual Jesús fue engendrado. Cuando el Hijo de Dios fue bautizado por Juan el Bautista en el Jordán, el Espíritu descendió sobre él como paloma y permaneció sobre Él. Luego Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Al final de su vida se ofreció en sacrificio a Dios por el Espíritu eterno (Hebreos 9:14).
El incienso era el tercer elemento importante de la ofrenda encendida. Cuando era quemado, exhalaba un olor fragante. Así, toda la vida de nuestro Señor fue para el agrado de su Dios. Cuando hallaron al niño Jesús en Belén, los reyes magos del oriente le ofrecieron, entre otros presentes, incienso.
Meditemos en la vida perfecta del Señor Jesús, en su manera de vivir en completa dependencia de Dios, quien siempre halló su complacencia en Él.
La flor de harina nos muestra la vida de nuestro Señor, en la cual todo estaba balanceado y perfectamente uniforme. Él habló de sí mismo como de un grano de trigo que debía caer en tierra y morir a fin de poder producir fruto para Dios (Juan 12:24).
El aceite representa al Espíritu Santo, del cual Jesús fue engendrado. Cuando el Hijo de Dios fue bautizado por Juan el Bautista en el Jordán, el Espíritu descendió sobre él como paloma y permaneció sobre Él. Luego Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Al final de su vida se ofreció en sacrificio a Dios por el Espíritu eterno (Hebreos 9:14).
El incienso era el tercer elemento importante de la ofrenda encendida. Cuando era quemado, exhalaba un olor fragante. Así, toda la vida de nuestro Señor fue para el agrado de su Dios. Cuando hallaron al niño Jesús en Belén, los reyes magos del oriente le ofrecieron, entre otros presentes, incienso.
Meditemos en la vida perfecta del Señor Jesús, en su manera de vivir en completa dependencia de Dios, quien siempre halló su complacencia en Él.
© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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