(Jesús dice:) Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y
yo os haré descansar… Aprended de mí… y hallaréis descanso para vuestras almas.
Mateo 11:28-29
El mejoramiento del nivel de vida, como se puede constatar en el mundo,
está lejos de corresponder a un mayor bienestar en cuanto a la mente y al comportamiento
de los individuos. Cada vez son más
numerosas las personas estresadas, desorientadas y deprimidas. Nuestra sociedad moderna, creyendo haber
dominado la pobreza en ciertos países, pensaba que ya tenía la clave de la
felicidad. Creía que la humanidad,
liberada gracias a los progresos materiales y médicos, al fin iba a pasar la
frontera de la felicidad. ¡Grave error!
De hecho, la primera causa de los problemas está en el interior. Se trata de ese desorden del corazón que hace que el ser humano enferme moralmente, que esté insatisfecho y, como consecuencia, que sea incapaz de ser feliz. Tiene una sed interior que no puede calmar ni mediante sí mismo ni mediante el bienestar material. Ignora el sentido de su vida y el significado del mundo que le rodea; todo parece superficial. Este conocimiento sólo puede venir de Aquel que está en el origen de todo, es decir, de Dios mismo.
Por eso es necesario leer y creer la Biblia, la Palabra de Dios. Ésa es la única fuente que puede apagar nuestra sed espiritual. Jesús dijo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Juan 7:37). ¡Vayamos a esa fuente: leamos la Palabra de Dios! En ella no sólo hallaremos la respuesta a nuestras necesidades espirituales más profundas, sino que aprenderemos a conocer a Aquel que es el fundamento de la esperanza cristiana. Él dará un sentido a nuestra vida, pues nos ama.
De hecho, la primera causa de los problemas está en el interior. Se trata de ese desorden del corazón que hace que el ser humano enferme moralmente, que esté insatisfecho y, como consecuencia, que sea incapaz de ser feliz. Tiene una sed interior que no puede calmar ni mediante sí mismo ni mediante el bienestar material. Ignora el sentido de su vida y el significado del mundo que le rodea; todo parece superficial. Este conocimiento sólo puede venir de Aquel que está en el origen de todo, es decir, de Dios mismo.
Por eso es necesario leer y creer la Biblia, la Palabra de Dios. Ésa es la única fuente que puede apagar nuestra sed espiritual. Jesús dijo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Juan 7:37). ¡Vayamos a esa fuente: leamos la Palabra de Dios! En ella no sólo hallaremos la respuesta a nuestras necesidades espirituales más profundas, sino que aprenderemos a conocer a Aquel que es el fundamento de la esperanza cristiana. Él dará un sentido a nuestra vida, pues nos ama.
© Editorial La Buena Semilla, 1166
PERROY (Suiza)
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