miércoles, 19 de julio de 2017

¿POR QUÉ O PARA QUÉ?

 
¿Por qué me pones por blanco tuyo...? ¿Por qué escondes tu rostro, y me cuentas por tu enemigo?
Job 7:20; 13: 24
Él no da cuenta de ninguna de sus razones.
Job 33:13
 
 
A menudo en la Biblia, y a veces también en nuestro lenguaje, el porqué es la expresión de la rebelión. Expresa un desacuerdo con lo que Dios dice, o una insatisfacción con respecto a lo que hace. La sorpresa, la decepción, la impaciencia pueden traducirse por esta pequeña palabra. Es como si uno pidiese cuentas a Dios o le dijese: No estoy de acuerdo. El creyente corre el peligro de actuar así cuando pasa por una prueba: ¿Por qué yo y no los demás? ¿Por qué de esta manera y no de otra?
Esto no significa que ante los problemas que surgen en la vida, el cristiano no pueda hacerse ninguna pregunta. ¡Gracias a Dios puede formular a su Señor un porqué lleno de confianza! Pero si es un porqué amargo e insolente, entonces es mejor decir: para qué. ¡No hagamos reproches a nuestro Dios con respecto a una prueba que nos sorprende y nos detiene! No, más bien tratemos de comprender con qué objetivo nos fue enviada: Señor, ¿qué quieres producir en mi vida mediante lo que acaba de sucederme? ¿Qué lección quieres enseñarme? ¿Es la paciencia, la humildad, la sumisión a tu voluntad? ¿Quieres que deje de fijarme en los recursos que puedo encontrar aquí o allí para que pueda apreciar el valor de los tuyos?
Cuando pasemos por una prueba, esforcémonos en formular, no el porqué de la insumisión, sino el para qué de la confianza en nuestro fiel Dios.
“Aunque afligido yo y necesitado, el Señor pensará en mí. Mi ayuda y mi libertador eres tú; Dios mío, no te tardes” (Salmo 40:17).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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