El día que clamé, me respondiste; me fortaleciste con
vigor en mi alma… oh Señor.
Salmos
138:3-4
Si anduviere yo en medio de la angustia, tú me vivificarás.
Salmos 138:7
¿Por qué
la prueba? ¿Por qué la enfermedad y el duelo? ¿Cómo explicar el sufrimiento
diario? Para algunos, Dios es el gran responsable, pues si existe, ¿por qué no
interviene?
La Biblia, la Palabra de Dios, es la única que puede dar una verdadera respuesta al misterio del sufrimiento. La muerte, presente siempre en la tierra, la violencia y la corrupción moral manifestada de tantas maneras, son las consecuencias del pecado que un día “entró en el mundo” por el hombre (Romanos 5:12). Ese pecado está ligado a la naturaleza humana. Prisionero de su condición de pecador, el hombre es incapaz de liberarse de esta triste situación.
Pero la Biblia también nos enseña que Dios ama a todos los seres humanos. Por amor a nosotros dio a su Hijo unigénito, Jesucristo, para liberarnos de nuestra condición de pecadores y darnos la vida eterna. Mediante su Palabra, Dios derrama su luz sobre un mundo lleno de interrogantes. Da una respuesta decisiva a nuestras preguntas y la solución a nuestra miseria moral, pues Dios nunca minimiza el sufrimiento y la desdicha humana.
Numerosos cristianos que atraviesan situaciones difíciles como el duelo, enfermedades o pérdidas, han experimentado que en medio del sufrimiento, la proximidad del Señor Jesús los reconforta y los llena de una paz interior. Esperan confiados la respuesta definitiva, la liberación final mediante la resurrección.
“Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu” (Salmo 34:18).
La Biblia, la Palabra de Dios, es la única que puede dar una verdadera respuesta al misterio del sufrimiento. La muerte, presente siempre en la tierra, la violencia y la corrupción moral manifestada de tantas maneras, son las consecuencias del pecado que un día “entró en el mundo” por el hombre (Romanos 5:12). Ese pecado está ligado a la naturaleza humana. Prisionero de su condición de pecador, el hombre es incapaz de liberarse de esta triste situación.
Pero la Biblia también nos enseña que Dios ama a todos los seres humanos. Por amor a nosotros dio a su Hijo unigénito, Jesucristo, para liberarnos de nuestra condición de pecadores y darnos la vida eterna. Mediante su Palabra, Dios derrama su luz sobre un mundo lleno de interrogantes. Da una respuesta decisiva a nuestras preguntas y la solución a nuestra miseria moral, pues Dios nunca minimiza el sufrimiento y la desdicha humana.
Numerosos cristianos que atraviesan situaciones difíciles como el duelo, enfermedades o pérdidas, han experimentado que en medio del sufrimiento, la proximidad del Señor Jesús los reconforta y los llena de una paz interior. Esperan confiados la respuesta definitiva, la liberación final mediante la resurrección.
“Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu” (Salmo 34:18).
© Editorial La Buena Semilla, 1166
PERROY (Suiza)
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