Les prometen libertad,
y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno
es hecho esclavo del que lo venció.
2 Pedro 2:19
(Jesús dijo:) Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres… Todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado… Así que, si el Hijo (de Dios) os libertare, seréis verdaderamente libres.
Juan 8:32, 34, 36
«La palabra libertad es una de las más actuales en nuestra
sociedad. Incluso la idea de libertad individual fascina a la gente. ¡Cada
persona quiere ser totalmente libre para decidir lo que hace, a dónde va, lo
que es y lo que dice! Se considera esta libertad individual como el mayor poder
capaz de liberar a este mundo.
Antes yo también formaba parte de esos jóvenes soñadores. Al igual que una mariposa confiada se envuelve en la telaraña plateada del insecto, yo me enredé en los brillantes tentáculos de la sociedad. Puedes hacer lo que quieras, me decía a mí mismo. Sentía que estaba en una espiral. Era como un señor en su castillo, único jefe de mi vida. Año tras año, esfuerzo tras esfuerzo, trabajé con ilusión para ser un hombre libre. En realidad, el sistema de valores de nuestra sociedad me había engañado, exaltando la libertad y el éxito. Ninguna de estas cosas había podido satisfacer las aspiraciones de mi alma. Mi corazón egoísta deseaba ser libre.
Mi cautividad se acabó cuando Cristo, lleno de compasión, vino a mi encuentro para darme la libertad. ¡Jamás, jamás, olvidaré ese día! Me rendí y me entregué totalmente a Cristo: alma, espíritu, cuerpo y bienes. Fue un gran momento. La hora de la liberación había llegado y yo cambié de rumbo. Fui maravillosamente libre de seguir a Cristo. Seguirle hace que la vida sea digna de ser vivida». Philip Keller
Antes yo también formaba parte de esos jóvenes soñadores. Al igual que una mariposa confiada se envuelve en la telaraña plateada del insecto, yo me enredé en los brillantes tentáculos de la sociedad. Puedes hacer lo que quieras, me decía a mí mismo. Sentía que estaba en una espiral. Era como un señor en su castillo, único jefe de mi vida. Año tras año, esfuerzo tras esfuerzo, trabajé con ilusión para ser un hombre libre. En realidad, el sistema de valores de nuestra sociedad me había engañado, exaltando la libertad y el éxito. Ninguna de estas cosas había podido satisfacer las aspiraciones de mi alma. Mi corazón egoísta deseaba ser libre.
Mi cautividad se acabó cuando Cristo, lleno de compasión, vino a mi encuentro para darme la libertad. ¡Jamás, jamás, olvidaré ese día! Me rendí y me entregué totalmente a Cristo: alma, espíritu, cuerpo y bienes. Fue un gran momento. La hora de la liberación había llegado y yo cambié de rumbo. Fui maravillosamente libre de seguir a Cristo. Seguirle hace que la vida sea digna de ser vivida». Philip Keller
© Editorial La Buena Semilla, 1166
PERROY (Suiza)
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