sábado, 13 de julio de 2013

ENCONTRAR UNA RAZON DE VIVIR



Nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír.
Eclesiastés 1:8


Gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento… Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto.
1 Timoteo 6:6-8

¿Podemos encontrar en este mundo gente satisfecha? En todas partes la gente exige, protesta… Y los más pudientes, que no deberían reclamar nada, a menudo son los más ávidos de novedades.
Esta insatisfacción generalizada también se manifiesta en el cambio incesante de las modas, en la forma de vestir, de divertirse, de alimentarse… Es el torbellino acelerado de los deseos y de la exasperación de las exigencias. En el fondo de todo esto, no hay ninguna satisfacción real.
“Aun en la risa tendrá dolor el corazón; y el término de la alegría es congoja” (Proverbios 14:13). Las alegrías se evaporan, los placeres pasajeros a menudo tienen un mañana amargo; los sufrimientos, el duelo y la muerte siempre están ahí. “Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Eclesiastés 1:2).
¡Qué contraste con la persona que halló en Jesucristo una razón de vivir! Jesús es quien “sacia al alma menesterosa, y llena de bien al alma hambrienta” (Salmo 107:9); él “sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila” (Salmo 103:5).
Incluso en la tristeza, el creyente siempre puede tener paz; en la pobreza, puede enriquecer a otros compartiendo con ellos las verdaderas riquezas. “Como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo” (2 Corintios 6:10).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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