jueves, 4 de julio de 2013

Le Col des Paresseux



Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
Filipenses 3:13-14


Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús.
Hebreos 12:1, 2

En el macizo alpino Dents du Midi (Suiza), a media hora de la cumbre, hay un collado que se llama Le Col des Paresseux (el collado de los perezosos). Los guías locales cuentan que, al llegar allí, muchos alpinistas se detienen y renuncian a proseguir el ascenso. Cansados de la larga subida y desanimados al pensar que deberán enfrentarse de nuevo a una pendiente escarpada y dura, prefieren bajar la mochila y descansar, sin imaginar el panorama que podrían ver en la cumbre.
El camino de nuestra vida cristiana también tiene pasajes difíciles. Los bienes terrenales, las preocupaciones de la vida, las exigencias del trabajo, son otros tantos obstáculos que pueden impedirnos terminar el servicio que nuestro Dios nos encomendó y alcanzar su objetivo. En el ámbito espiritual, detenernos en ese collado también significa estar satisfechos con nosotros mismos y pensar que no tenemos necesidad de progresar más en nuestra fe.
Para no detenernos, necesitamos, al igual que el apóstol Pablo, olvidar lo que queda atrás. Debemos olvidar nuestras penas, pero no los consuelos de Dios; olvidar nuestros errores, pero no la misericordia de Dios. Olvidar las heridas, las injusticias de las cuales hemos sido objetos, pero no el socorro de Dios. Es necesario olvidarnos de nosotros mismos, y quizá de nuestros éxitos, para correr derecho hacia la meta, hacia Jesús, cuyo amor nos atrae.
¡Él es nuestra meta final!

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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