miércoles, 24 de julio de 2013

UN CAMINO Y UNA PUERTA VISIBLE PARA LA FE

Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.
Mateo 7:13-14

«Los hombres trazan caminos cada vez más visibles. Las autopistas, por ejemplo, llaman nuestra atención mediante obras de arte que atraviesan con audacia todos los obstáculos, por esas poderosas trayectorias a través de campos y bosques. Sin embargo hay senderos que permanecen escondidos, por ejemplo en la montaña. Están tan escondidos que sólo los vemos si caminamos por ellos». P. Zeissig
Jesús también habla de un camino. ¿Qué dice de él? Pocos son los que lo hallan. Sin embargo, es el camino que lleva a la vida. Su entrada es la puerta estrecha. Es estrecha porque para pasar por ella tengo que renunciar a mi egoísmo, a mis pasiones, a mis pretensiones…
Encontrar esta puerta significa poner todo al desnudo bajo la luz divina. Para hacerlo debo ir a Jesús tal como soy, reconociendo que necesito su gracia y su perdón. Entonces mi carga caerá, pues Jesús sufrió el castigo por mi culpa. Su paz reemplaza mis angustias.
Si Jesús es la puerta, también es el camino para el creyente. Su vida descrita en los cuatro evangelios ilumina mis pasos. Dios es amor y luz. La vida de Jesús fue la perfecta transcripción de ello. ¡Ésta es la senda de mi vida!
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20).
“Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo” (Salmo 16:11).


© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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