Mi carne y mi corazón
desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre… Pero
en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en el Señor mi
esperanza.
Salmo 73:26, 28
En Dios solamente está acallada mi alma.
Salmos 62:1
“Con mi voz clamé a Dios, a Dios clamé, y él me escuchará. Al
Señor busqué en el día de mi angustia; alzaba a él mis manos de noche, sin
descanso; mi alma rehusaba consuelo. Me acordaba de Dios, y me conmovía; me
quejaba, y desmayaba mi espíritu. No me dejabas pegar los ojos; estaba yo
quebrantado, y no hablaba. Consideraba los días desde el principio, los años de
los siglos. Me acordaba de mis cánticos de noche; meditaba en mi corazón, y mi
espíritu inquiría: ¿Desechará el Señor para siempre, y no volverá más a sernos
propicio? ¿Ha cesado para siempre su misericordia? ¿Se ha acabado perpetuamente
su promesa? ¿Ha olvidado Dios el tener misericordia? ¿Ha encerrado con ira sus
piedades?… Me acordaré de las obras del Señor; sí, haré yo memoria de tus
maravillas antiguas. Meditaré en todas tus obras, y hablaré de tus hechos. Oh
Dios, santo es tu camino; ¿qué dios es grande como nuestro Dios? Tú eres el
Dios que hace maravillas; hiciste notorio en los pueblos tu poder. Con tu brazo
redimiste a tu pueblo, a los hijos de Jacob y de José. Te vieron las aguas, oh
Dios; las aguas te vieron, y temieron; los abismos también se estremecieron.
Las nubes echaron inundaciones de aguas; tronaron los cielos, y discurrieron tus
rayos. La voz de tu trueno estaba en el torbellino; tus relámpagos alumbraron
el mundo; se estremeció y tembló la tierra. En el mar fue tu camino, y tus
sendas en las muchas aguas; y tus pisadas no fueron conocidas. Condujiste a tu pueblo como ovejas”.
© Editorial La Buena Semilla, 1166
PERROY (Suiza)
No hay comentarios:
Publicar un comentario