(Jesucristo)… os llamó
de las tinieblas a su luz admirable.
1 Pedro 2:9
Anunciad de día en día su salvación. Proclamad… en todos los pueblos sus maravillas.
Salmos 96:2-3
En la Biblia, las palabras «maravilloso» y «admirable» son
empleadas muchas veces con respecto a los proyectos de Dios para la humanidad y
en lo concerniente a Aquel que vino a cumplirlos, es decir, Jesucristo. El
Antiguo Testamento habla del “único que hace maravillas” (Salmo 72:18), que
hace maravilloso el consejo y engrandece la sabiduría (Isaías 28:29).
Ocho siglos antes de la venida de Jesucristo, Isaías anunció que Dios deseaba traer la luz a este mundo asediado por la muerte, y que un día un niño nacería, el cual traería un mensaje de paz y perdón. El profeta precisa que sería llamado “Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6), “Emanuel”, Dios con nosotros (cap. 7:14). Además añadió: “Destruirá a la muerte… enjugará el Señor toda lágrima de todos los rostros” (cap. 25:8).
Esas maravillosas promesas se cumplieron cuando Cristo vino en la forma de un niño. Jesús es el maravilloso nombre de Aquel que hizo visible en la tierra a ese Dios que nadie vio jamás, pero que había dado a conocer con mucha antelación sus maravillosos pensamientos respecto a la humanidad. Incluso sus enemigos debieron haber reconocido “las maravillas que hacía” (Mateo 21:15) y haberse arrodillado ante tal evidencia: “Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer” (Juan 9:33). Aunque fue rechazado en la tierra, hoy está vivo. Él es el único medio para ser salvo. Él es el fundamento de la Iglesia que Dios construye (1 Pedro 2:4-10).
Ocho siglos antes de la venida de Jesucristo, Isaías anunció que Dios deseaba traer la luz a este mundo asediado por la muerte, y que un día un niño nacería, el cual traería un mensaje de paz y perdón. El profeta precisa que sería llamado “Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6), “Emanuel”, Dios con nosotros (cap. 7:14). Además añadió: “Destruirá a la muerte… enjugará el Señor toda lágrima de todos los rostros” (cap. 25:8).
Esas maravillosas promesas se cumplieron cuando Cristo vino en la forma de un niño. Jesús es el maravilloso nombre de Aquel que hizo visible en la tierra a ese Dios que nadie vio jamás, pero que había dado a conocer con mucha antelación sus maravillosos pensamientos respecto a la humanidad. Incluso sus enemigos debieron haber reconocido “las maravillas que hacía” (Mateo 21:15) y haberse arrodillado ante tal evidencia: “Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer” (Juan 9:33). Aunque fue rechazado en la tierra, hoy está vivo. Él es el único medio para ser salvo. Él es el fundamento de la Iglesia que Dios construye (1 Pedro 2:4-10).
© Editorial La Buena Semilla, 1166
PERROY (Suiza)
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