Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro
Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la
eternidad.
2 Pedro 3:18
Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios.
1 Corintios 3:6
¿Cómo crece el trigo? En Europa y América del
Norte los pequeños granos se siembran en otoño y necesitan todo el
invierno para convertirse en finos tallos verdes. Luego el viento
acaricia y sacude sucesivamente las espigas que se van formando. A
menudo la lluvia las azota y el sol parece quemarlas. Pero la planta
continúa sacando alimento del suelo y madurando bajo el efecto del
calor.
Para nosotros, cristianos, es lo mismo: maduramos lentamente. Pero, ¿qué puede ayudarnos a progresar espiritualmente? No es el ocuparnos de nosotros mismos, pensar en nuestro desarrollo personal, sino impregnarnos pacientemente, en nuestro interior, del ejemplo de Jesús, y esforzarnos para agradarle mediante nuestra manera de vivir. Contemplarlo a él nos transforma “en la misma imagen” (2 Corintios 3:18).
Progresamos cuando nuestro gozo abunda en el Señor, pero muchas veces crecemos más a través de las dificultades. Los fracasos y las tristezas, atravesados con el Señor, nos enseñan a conocernos mejor y a conocer más la fidelidad y el amor de Dios. También nos ayudan a comprender un poco a los que nos rodean.
Así como los padres se alegran por los progresos de sus hijos, Dios está atento al desarrollo espiritual de aquellos que pasaron a ser, mediante el nuevo nacimiento, sus hijos e hijas. Y su deseo es que cada uno de ellos se parezca cada vez más a Jesús, “el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:2).
Para nosotros, cristianos, es lo mismo: maduramos lentamente. Pero, ¿qué puede ayudarnos a progresar espiritualmente? No es el ocuparnos de nosotros mismos, pensar en nuestro desarrollo personal, sino impregnarnos pacientemente, en nuestro interior, del ejemplo de Jesús, y esforzarnos para agradarle mediante nuestra manera de vivir. Contemplarlo a él nos transforma “en la misma imagen” (2 Corintios 3:18).
Progresamos cuando nuestro gozo abunda en el Señor, pero muchas veces crecemos más a través de las dificultades. Los fracasos y las tristezas, atravesados con el Señor, nos enseñan a conocernos mejor y a conocer más la fidelidad y el amor de Dios. También nos ayudan a comprender un poco a los que nos rodean.
Así como los padres se alegran por los progresos de sus hijos, Dios está atento al desarrollo espiritual de aquellos que pasaron a ser, mediante el nuevo nacimiento, sus hijos e hijas. Y su deseo es que cada uno de ellos se parezca cada vez más a Jesús, “el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:2).
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