miércoles, 31 de mayo de 2017

UNA OBRA CUMPLIDA

 
Jesús... levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado... Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese.
Juan 17:1, 4
Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis? Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: Yo soy.
Juan 18:4-5
 
 
“Padre... he acabado la obra que me diste que hiciese”, dijo Jesús a Dios su Padre, horas antes de ser crucificado. “La obra” que su Padre le había confiado era salvar, mediante su muerte en la cruz, a los hombres perdidos. Esta obra todavía era futura, entonces ¿por qué hablaba en pasado?
–Quien habla es Jesús, el Hijo de Dios. Aquí se expresa como el Dios que cumple sus planes, sin que nadie pueda detenerlo. Para un hombre cualquiera eso sería muy pretencioso, pues ninguno de nosotros puede controlar el minuto que viene. ¡Hay tantas cosas que pueden impedir que hagamos lo que hemos decidido hacer! Pero cuando Dios se propone hacer algo, es como si ya estuviera hecho.
–Estas palabras también expresan de forma conmovedora la determinación del Salvador que va a dar su vida. Horas más tarde en Getsemaní Jesús, el Santo, aceptó la copa que su Padre le presentó, imagen del juicio que iba a sufrir en la cruz para expiar nuestros pecados. Salió vencedor de ese terrible combate, con estas sencillas palabras: “La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?” (Juan 18:11). Y sabiendo todo lo que le iba a suceder, avanzó decidido y se entregó voluntariamente a sus enemigos conducidos por Judas.
“Padre, he acabado la obra...”. Estas son las palabras del Salvador, que ofrece voluntariamente su vida para la gloria de Dios y para la salvación de todos los que creen en él.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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